viernes, 22 de marzo de 2013



La hipocresía estratégica del kirchnerismo

Es casi una obviedad remarcar que la elección de todo nuevo Papa rebasa siempre el plano religioso para inmiscuirse rápidamente en el político. 

 En nuestro país, por razones conocidas, el acontecimiento histórico que vivimos el pasado miércoles 13 de marzo ya opera en un nivel político claro, exacerbado por la proximidad electoral.
El “efecto Francisco” ya se siente con vigor en Argentina, y hay quienes interpretan la elección de Jorge Bergoglio como un punto de inflexión político para nuestra región, capaz de neutralizar o desarticular ese flagelo llamado “Socialismo del Siglo XXI”, tal como Juan Pablo II hizo con el socialismo del Siglo XX. 

Lo llamativo de esta interpretación es que, correcta o incorrecta, se la ha escuchado tanto en sectores kirchneristas como antikirchneristas, lo cual indica que (sea por aversión cuanto por simpatía) esta posibilidad tiene un lugar en eso que los sociólogos denominan “el inconsciente colectivo”.

La elección de Bergoglio como Papa es disfuncional al kirchnerismo, no sólo por un pasado reciente de severos roces entre el matrimonio presidencial y el Cardenal, sino también porque en el esquema de poder concentrado y desmedido que pretende configurar el oficialismo, la Iglesia ve renovado su protagonismo y puede contrarrestar intentonas autocráticas en marcha. 

Es por todo ello que, cuando el gobierno se enteró por un informe del embajador en el Vaticano  Juan Pablo Cafiero, que Jorge Bergoglio tenía alguna posibilidad de acceder finalmente al trono vacante en Roma, le ordenó a aquél actuar de inmediato. 

La ofensiva consistió en un dossier que la diplomacia argentina repartió entre los cardenales antes de que la fumata fuese blanca, incriminando a Bergoglio con el último gobierno de facto a los efectos de disuadir todo posible voto favorable para éste. 

Las autoridades del Vaticano se negaron a desmentir esta información, a pesar de los insistentes pedidos de la comitiva argentina en el acto de asunción.

Es así que la sorpresa del nombramiento de Jorge Bergoglio como Francisco, no fue sólo del pueblo, sino también del gobierno. Confiados como siempre en sus sucias movidas políticas, creyeron que con los cuentos de Verbitsky bastaba para desacreditar al Cardenal argentino frente a sus pares. 

Un discurso presidencial mal formulado y mal pronunciado por una Cristina Kirchner que no podía disimular su ofuscación interior, caracterizaron el desconcierto oficialista que marcó aquella jornada de júbilo popular.

Los militantes que ese día escuchaban a Cristina en Tecnópolis entendieron muy bien que para ella no había nada que festejar. 

Así pues, cada mención que la mandataria hacía del nuevo Papa, era acompañada por una ola de silbidos que reconfortaban el ego de la viuda de Néstor. Mientras tanto, la televisión pública, que tantas horas le había regalado al funeral de Chávez, prácticamente ignoraba el suceso histórico que acababa de acontecer en Roma. Prefirieron transmitir Paka-Paka.

En el Congreso la cuestión no difirió. La bancada de diputados kirchneristas no quiso interrumpir un homenaje a Chávez al negarle a la oposición un cuarto intermedio para escuchar el primer discurso del nuevo Papa argentino.

Al día siguiente otro discurso de Cristina y, esta vez en Avellaneda, ni una sola referencia al flamante Papa. 

Sólo autoelogios y derroches de vanidad, como acostumbra.

La presidente no aguantó que un argentino tuviera mayor importancia mundial que ella.

Prefirió omitirlo, mientras en la Legislatura el jefe del interbloque K, Juan Cabandié, retiraba a sus diputados frente a un proyecto del PRO para “saludar” al nuevo Papa.

¿Qué fantasías pensaban los estrategas del kirchnerismo en estos primeros momentos de Francisco?

Pues probablemente hayan fantaseado con reafirmarlo como enemigo del “modelo nacional y popular”, etiqueta que ya le había sido impuesta durante sus épocas de Arzobispo. 

Una guerra simbólica contra el nuevo Papa podría terminar de resquebrajar a la sociedad en dos grupos bien diferenciados, como reclamó Ernesto Laclau al kirchnerismo en varias oportunidades, condición que el filósofo estima necesaria para el florecimiento de un populismo pleno.

Así se inició, entonces, el ataque mediático contra Bergoglio. 

El asedio de embustes no provino sólo de Página 12, sino también de 678, de grupos kirchneristas en las redes sociales que se dedicaron a difundir información difamatoria y de referentes kirchneristas varios, que desde Twitter despotricaron contra el nuevo Sumo Pontífice.

“Francisco es a América Latina lo que Juan Pablo II fue a la Unión Soviética, el nuevo intento del imperio por destruir la unidad latinoamericana” escribió el antisemita Luis D’Elía. 

El director de Página 12, Horacio Verbitsky, calificó la elección de Bergoglio como “Una vergüenza para Argentina y Sudamérica”. 

La Decana de la Facultad de Periodismo de la Universidad Nacional de La Plata, Florencia Saintout, sostuvo: 

“un Papa de derecha no podrá con el avance nuestro americano”. 

La periodista K Cynthia García, del canal gubernamental, disparó: 

 “¿Cuánto tiempo tardará la Iglesia Católica en pedir perdón por haber elegido a Bergoglio Papa? como mínimo, durante la dictadura fue cómplice”. 

La titular de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, siempre dispuesta a decir lo que el gobierno le ordene decir, dijo que Bergoglio pertenece “a la Iglesia que oscureció al país”. 

Finalmente, hasta la novia del presunto corrupto Amado Boudou, Agustina Kämpfer, tuiteó: 

“Ay! No, no me pone contenta. 

No me llena de orgullo. 

No”, la designación del argentino.

Pero las cosas cambiaron de golpe cuando la historieta de Horacio Verbitsky se desmoronó frente a investigaciones serias y frente a distintas voces que, desde organismos de Derechos Humanos desvinculados del gobierno, acusaban la operación política difamatoria. 

A esto debe sumarse, también, una euforia popular que no cesaba de festejar al nuevo Papa. 

Pronto le avisaron a Cristina que las encuestas evidenciaban más de un 90% de adhesión a Francisco, mientras la popularidad de aquella sigue decreciendo.

Por conveniencia y no por principios, el kirchnerismo modificó radicalmente su estrategia y pasó, sin vacilar, del odio al amor; del ofuscamiento a la algarabía; del rechazo al apoyo; del ceño fruncido a los ojos empañados. 

José Pablo Feinmann, filósofo ultrakirchnerista, no ha tenido reparos en decir que “Cristina baja la línea. 

Ella marca una línea de que ‘este papa tiene que ser nuestro’. 

Hay que apropiarlo”. Entonces, como el poder es ella y la verticalidad es absoluta, todos deben acatar lo que Fernández de Kirchner ordena. 

Y su orden es apropiar a Francisco, lo cual significa, hacer de su asunción una victoria simbólica del kirchnerismo (aunque evitando decir que Néstor intercedió en los cielos por su elección, claro).

Todo se puso en marcha. 

D’Elía rectificó sus mensajes en Twitter, diciendo esta vez que “Excelente Cristina representando a 40 millones de argentinos ante FRANCISCO I más allá de nuestras CREENCIAS u OPINIONES”. 

El programa 678 pasó del agravio al elogio, al analizar la reunión de Cristina Kirchner y Francisco. 

 Los militantes de “Unidos y Organizados” y “La Cámpora” se reunieron en un polideportivo de la villa Zabaleta para seguir la transmisión de la entronización de Francisco, a pesar de que pocos días antes lo habían silbado cada vez que Cristina lo nombraba en su discurso, y habían llenado las redes sociales de información difamatoria y falaz. 

Guillermo Moreno, mientras tanto, hacía colgar una gigantografía en la puerta del Mercado Central, su territorio político, con el rostro del papa Francisco y la leyenda: 

“La comunidad del Mercado Central te saluda y ruega por vos”. 

Y, finalmente, Cristina ponía en práctica sus dotes de actriz y forzaba una mueca de emoción al encontrarse en Roma con el nuevo Papa, que pocos días antes había sido tan detestado.
Este cambio de estrategia no puede borrar un pasado de ataques y agravios kirchneristas contra Jorge Bergoglio. 

Debemos recordar, en efecto, que las relaciones entre el arzobispo porteño y el matrimonio presidencial fueron pésimas. 

Néstor dejó de concurrir, desde 2005, al tedeum de Bergoglio en la Catedral, y llegó a decir que 

“Nuestro Dios es de todos, pero cuidado que el diablo también llega a todos, a los que usamos pantalones y a los que usan sotanas”, en referencia a quien ahora es Sumo Pontífice.

Lo que tanto irritaba a Néstor era la sincera amistad que Bergoglio mantenía con opositores cristianos como Elisa Carrió o Gabriela Michetti. 

Y por ello llegó a calificarlo como el “verdadero representante de la oposición”.

Cristina continuaría con esta política de aislamiento a Jorge Bergoglio que había iniciado su marido. 

Ella también se negó participar en los tradicionales tedeum por el 25 de Mayo y jamás atendió al Cardenal en ninguna de las catorce audiencias que éste le solicitó cuando vivía en Buenos Aires y representaba a la Iglesia argentina.

Es sabido que ya se está pensando en una visita de Francisco a la Argentina. 

 Va a ser la manifestación más grande de este siglo sin lugar a dudas y podría ser catastrófica para el gobierno. 

El kirchnerismo sabe, por su parte, que hacer de Bergoglio un enemigo fue una idea suicida ya rectificada. 

Pero su hipocresía es evidente para cualquiera con un poco de memoria y sentido común. 

¿Dejaremos que se “apropien” del Papa, como ha sugerido José Pablo Feinmann?
Agustín Laje

miércoles, 20 de marzo de 2013


El kirchnerismo se desdobla para enfrentar 

la era Francisco


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En la City no hay paz.

El gobierno recuperó el aliento y hasta cierto optimismo por las dos horas que Francisco le dedicó a la presidente en la primera reunión que le concedió como sumo pontífice. 

Coherente con una de sus frases de los últimos días, “Dios no se cansa de perdonar”, el Papa el dio a la presidente el espacio suficiente como para distender la relación y no hubo ni asomo de revancha por los desplantes que la presidente le hizo desde el 2010 y su no contestación de 14 pedidos de audiencia. 

Pero la grandeza de Francisco puede ser también un presente griego para el cristinismo. 

Es obvio que en el almuerzo en el Vaticano se acordaron las pautas para una coexistencia pacífica. 

Y también parece evidente que, respondiendo a lo que allí se habría conversado, el aparato mediático oficial está girando hacia una postura amable con el Vaticano, que en el caso de Guillermo Moreno alcanza a la euforia. 

Sin embargo, la realidad es más compleja: 

la amistad con la Santa Sede es indigerible para buena parte de las bases electorales del kirchnerismo, que por su origen marxista son más o menos anticatólicas. 

El gobierno estaría preocupado por la posibilidad de que su acercamiento contra natura a la Iglesia termine alejando a parte de sus votantes de izquierda. 

Por eso mantiene en funcionamiento un grupo que hace terrorismo mediático, encabezado por Horacio Verbitsky, Víctor Hugo Morales, Horacio González, etc., que con sus ataques a la Iglesia mantendrían vigente el vínculo del gobierno con los grupos de izquierda. 

Estas sutilezas habrían sido rápidamente interpretadas por el Vaticano, que también puso en marcha sus dobles mensajes. 

El Papa se detuvo especialmente a saludar a Mauricio Macri y su esposa Juliana Awada, remarcando así que sus relaciones con la oposición argentina seguirán siendo profundas.

El dólar electoral

Pero la atmósfera esperanzada de Roma no se vivió en la city porteña en donde el dólar blue -como venimos anticipando- subió a 8,27 pesos, evidenciando la reacción por la ausencia de una verdadera política económica. 

Hoy existen por lo menos cuatro decisores en el cristinismo que toman medidas espasmódicas como la tácita devaluación al establecer el dólar turismo en $ 6,14. Esto, con el fin de hacer más caro el turismo externo, que es por donde se fugan los dólares. 

Sin embargo, la mayoría de los pasajes para este año y a 5 pesos ya se vendieron, porque había una gran demanda y nadie quería quedarse sin viajar. 

De aquí en más, por la brecha cambiaria, sigue siendo barato viajar y consumir en el exterior. 

Otro problema sería la falta de oferta de dólares por la siembra tardía de maíz y soja, que se liquidaría aproximadamente antes del 15 de abril. 

 Hasta esa fecha la falta de oferta y el aumento de la demanda harían que el blue sea imparable. 

Un ejemplo: por la cosecha se esperaban 55 millones de toneladas a US$ 595 como figuran en el presupuesto 2013. 

La realidad es que serian 45 millones de toneladas a US$ 520 cada una. 

Se esperaba también que ingresaran 30.000 millones de dólares por la soja solamente y 11.000 millones de dólares. 

Finalmente ingresarían sólo 23.000 millones de dólares y menos de 8.000 millones de retenciones. 

Esto es, 3.000 millones menos y la mitad de esa suma por menor cosecha de maíz. 

A esto hay que sumarle el déficit energético, que llegará este año a 5.000 millones dólares, tomando como referencia las importaciones record de buques metaneros en enero y febrero. 

Entonces no hay que descartar que Guillermo Moreno prohíba más importaciones de productos para mantener el superávit comercial. 

Esto, a su vez, implicaría la continuidad de la estanflación, ya que la industria argentina depende de los insumos del exterior. 

De este modo, al dólar blue no le quedaría otro camino que subir y ensanchar la brecha cambiaria que ahora esta en el 65%. 

Y como los exportadores son privados, los productores aguantarían la cosecha todo lo que puedan. 

Las tendencias del tercer trimestre serán determinantes para las primarias (si es que se realizan) y para las elecciones legislativas del 27 de octubre.

Para ese entonces, un dólar blue de entre 10 y 12 pesos puede ponerle punto final al sueño de un tercer mandato presidencial.

domingo, 10 de marzo de 2013


FALLECIO HUGO CHAVEZ, SE BUSCA A SU ASESINO

muertos que mandan

Acaba de fallecer el Presidente Bolivariano Hugo Chávez, el mismo que maldijo al Estado de Israel y por ósmosis, al judaísmo en general.

Según dejó entrever el Vicepresidente en ejercicio de la presidencia, Nicolás Maduro, cundo en cadena anunció la muerte de Hugo Chávez, la asoció a la del líder palestino, Yasser Arafat, que según Maduro, murió como el resultado de una conjura del Estado de Israel, que de alguna manera logró, mediante la intervención de sus servicios de inteligencia, inocularle un virus malicioso, razón por la cual, le costó la vida, o sea que lisa y llanamente fue asesinado por israelíes al servicio del gobierno de Israel.

Esta mentira capciosa, maliciosa, sectaria e interesada por la que se acusa a Israel de una criminal intervención, es la misma que, sin afirmarlo frontalmente, Nicolás Maduro insinúa con respecto a la desaparición de Hugo Chávez, aunque la enfermedad que lo condujo a la muerte fuera un cáncer diagnosticado y tratado por todos los médicos que lo asistieron.

Sabido es, y está probado científicamente que no existe posibilidad técnica de implantar maliciosamente un cáncer a ningún ser viviente.

De todos modos, traer a colación la acusación a Israel de asesinato a Yasser Arafat y dejar picando la sugerencia de que Israel hubiera repetido con Hugo Chávez la misma criminal operación que, según afirmaciones de Nicolás Maduro, se confabularon contra el líder palestino Yasser Arafat, que por razones obvias para Israel fue un enemigo maldito, por lo cual no se debía descartar de plano dicha sugerencia o comentario de Maduro. 

Una vez más, Israel con sus judíos, encarna al clásico chivo expiatorio.
Lo curioso o llamativo es lo que tiene que ver con la reacción de los medios después de la muerte de un verdadero enemigo de Occidente y de su cultura, sobre todo la que se relaciona con el aporte a la sociedad, la conjunción judeo-cristiana. 

Todos saben bien de la catadura de este dictadorzuelo que controlaba a todos los medios de comunicación en Venezuela, que en lo más profundo de sus intimidades, deseaba emular a los hermanos Fidel y Raúl Castro, y sobre todo la inadmisible sociedad o más bien complicidad con Mahmud Ahmadineyad, el Presidente de Irán, que niega el Holocausto y declama que su país va hacer desaparecer del mapa a Israel y a todos los judíos diseminados por el mundo.

Saben la verdad, periodistas de todas las corrientes, políticos argentinos, oficialistas o tibiamente enrolados en una gris oposición, distraídos o indiferentes ven pasar los últimos acontecimientos, sin señalar las verdaderas agresiones de Hugo Chávez contra Occidente, y contra el capitalismo de los EE.UU y de todos los países que se ponen a su vera sin sumisión y con respeto.

Saben la verdad de Chávez y de todos los mandatarios latinoamericanos que componen un bloque cada vez más notable en contra de todo lo que devenga de Occidente.

Entonces, creemos que debemos discernir hacia donde debemos apuntar y si los argentinos finalmente no podemos eludir la afirmación de la desparecida periodista italiana Oriana Fallaci, cuando afirmó que en nosotros subyace un enano fascista, aunque desde la irrupción del peronismo, nos hemos volcado hacia un tercer mundo cuya piedra angular la plantó el ex presidente de Egipto, Gamal Abdel Nasser, un movimiento que en su momento fue adoptada por el Gral. Perón, que según el hoy desaparecido Hugo Chávez, fue su musa inspiradora.

No hay dudas de que Chávez tuvo gran influencia, sobre todo sobre Cristina que dejó a un lado cualquier intento de congrácianos con los EE.UU y se volcó decididamente del lado de los países que abrieron sus puertas al islamismo, especialmente del teocrático y fundamentalista Irán, todavía presidido por el neo nazi Mahmud Ahmadinejad, desestimando consolidar relaciones diplomáticas, comerciales y culturales con los países más destacados de Occidente, como lo hacen nuestros hermanos de Chile, Perú, Uruguay, Brasil, Paraguay y el resto de las naciones Latino Americanas, con excepción de Cuba, Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua.

Sintetizando, para muchos latino americanos dejó de existir el último prócer que vivió de un capitalismo perverso y para muchos otros latino americanos, el último perverso está de viaje hacia uno de los Nueve Círculos de La Divina Comedia, fruto de la increíble imaginación del gran Dante Alighieri.

¿Cuál ha de ser el Círculo que ligará Hugo Chávez que le corresponde según el recorrido de su vida, desde que abrió sus ojos por primera vez, hasta que los cerró definitivamente?

Pero sí digo que ya es hora de que la verdad tape la maldad de tantas mentiras a los pueblos que esperan el verdadero y merecido florecer de América Latina.

sábado, 9 de marzo de 2013


LO QUE NO CUENTAN DE HUGO CHAVEZ

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La muerte del Hugo Chávez humano ha dado paso al nacimiento del Hugo Chávez mítico: 
una versión falaz e insolente del dictador bolivariano, despojada de sus atrocidades y abarrotada de supuestas virtudes que lo ubican, como todo mito de esta naturaleza, en el pagano altar de los ídolos políticos.

El poder simbólico de la muerte es de inimaginable vigor en las sociedades humanas. 

La muerte nos fascina, nos sensibiliza, sacude eso llamado empatía que nos permite ponernos en el lugar del otro, como rezan algunas teorías sociales y psicológicas. Paradójicamente, la muerte muchas veces nos acerca a quien ya no tiene existencia terrenal y, precisamente por esto, contribuye a la emergencia de los mitos políticos.

La muerte tiene el poder de borrar historias y crear historietas. 

Sepultar hechos y construir fantasías. 

Otorgar plenarias indulgencias y amordazar visiones alternativas. 

En definitiva, censurar verdades y alentar mentiras. 

Todo ello, en presunto “honor” del difunto, por supuesto. 

Ejemplos argentinos en la historia reciente sobran. 

Ernesto Che Guevara, de asiduo fusilador a exponente de la “lucha por los Derechos Humanos”. 

Néstor Kirchner, de corrupto matón multimillonario a fetiche “nacional y popular”. 

Ambos viven hoy, pero en remeras de algunos fanáticos. La muerte evidentemente todo lo puede.

¿Pero quién murió realmente el pasado 6 de marzo de 2013 (descontando que ésta haya sido la verdadera fecha de su muerte)? 

La pregunta es válida, en tanto y en cuanto el nacimiento del Chávez mítico no tardará en pervertir la verdad histórica del bolivariano dictador.

En términos políticos, murió un caudillo profundamente antidemocrático que, fracasado en su intentona golpista del 4 de febrero de 1992 contra el presidente democrático Carlos Andrés Pérez (intentona que dejó un saldo de más de 20 muertos y decenas de heridos), entendió que la democracia debía ser destruida desde adentro. 

En 1999, habiendo obtenido el poder mediante formas democráticas, Hugo Chávez activó entonces su plan para fagocitar la democracia desde su interior, socavando la independencia de poderes; destituyendo caprichosamente a incontables jueces y colocando a dedo a otros que le fueran funcionales; controlando celosamente la Asamblea General; obstaculizando el actuar de la oposición; violentando la libertad de expresión a niveles insoportables, y destruyendo instituciones vitales para el funcionamiento sano de toda democracia.

Así las cosas, aquel cuyo poder tuvo un origen democrático, en su ejercicio se volvió un dictador, pues reunió en su persona la suma del poder público y pronto se convirtió, además, en un enemigo declarado de los Derechos Humanos. 

Cabe mencionar que Hugo Chávez fue denunciado nada menos que por la Human Right Watch (Informe 2008) y por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), que en su informe de 2009 subrayó que el dictador Chávez “criminaliza a los defensores de los Derechos Humanos, judicializa la protesta social pacífica y persigue penalmente a los disidentes políticos”. 

La dictadura chavista, que acabó retirándose de la CIDH en la OEA, no se privó de tener sus numerosos presos políticos y sus exiliados. 

Un caso interesante es el del político opositor Alejandro Peña Esclusa, quien padeciendo cáncer fue encarcelado a partir de un sucio trabajo de los grupos de inteligencia de Hugo en 2010. 

Esta terrible enfermedad que soportaba el preso político, naturalmente empeoró en prisión, y las presiones de organismos de Derechos Humanos sólo obtenían indiferencia por parte del chavismo que gozaba de la situación.

A este veloz recorrido por el legado político de Hugo Chávez, debemos agregar que su gobierno ha sido considerado el más corrupto de toda América Latina por el prestigioso ranking que hacen los expertos de Transparencia Internacional. 

Es de conocimiento público la fortuna que han hecho los políticos del “socialismo del Siglo XXI” y sus amigos (conocidos como “boliburgueses”), incluyendo al mismísimo difunto y a su familia por supuesto. 

La Venezuela bolivariana también ocupa el último puesto del Índice de Desarrollo Democrático de América Latina (2012), que si bien no incluye a Cuba en su ponderación, habla a las claras del proceso dictatorial que introdujo Hugo Chávez en el país de Bolívar, a pesar de su origen electoral.

En términos económicos, murió un pésimo administrador que, más preocupado por repartir prebendas y desarrollar su sistema clientelar, descuidó una inédita posibilidad que tuvo Venezuela de modificar su ineficiente estructura económica.

Esta posibilidad estuvo dada por la exponencial alza del precio internacional del petróleo, que es prácticamente lo único que exportan los venezolanos. 

El día que Chávez ganó las elecciones, el barril de petróleo costaba 9 dólares; en 2011 ya estaba en 160 dólares. 

Estamos hablando de un incremento de casi el 1800% de aquello que representa el 96% del ingreso por exportaciones del país. 

En 14 años de gobierno chavista, se estima que ingresaron 980.000 millones de dólares por petróleo (de los cuales varios millones se usaron para financiar la dictadura castrista y organizaciones terroristas como las FARC) gracias a factores que nada tienen que ver con la habilidad en el manejo de la economía, sino con una coyuntura internacional dada. 

Si aquel número no le dice mucho, considere que Estados Unidos destinó en su Plan Marshall para la recuperación de 18 países, la suma de 12.741 millones de dólares.

Sin embargo, y a pesar de este inédito viento de cola, Venezuela continúa desindustrializada, en permanente crisis energética, importando prácticamente todo de afuera, y padeciendo una inflación que está entre las más destructivas del mundo casi llegando al 30%.

En los últimos años han cerrado más de 107.000 empresas, que constituyen un 15% del total. 

Y es que la libertad económica en Venezuela ha sido coartada casi al extremo. 

El último informe anual de Libertad Económica en el Mundo, del prestigioso Fraser Institute, señala que los venezolanos tienen el país menos libre de las 144 naciones computadas. 

En el Índice 2013 de Libertad Económica de la Heritage Foundation, Venezuela aparece en el puesto 174 sobre 176 países considerados. Junto a Cuba, el país de Hugo Chávez es el de menor seguridad jurídica de todo el continente y, por lo tanto, el peor para invertir.

En términos sociales finalmente, murió un belicista que, mientras militarizaba a la población, introducía la discordia y la división social. 

Arguyendo descabelladas hipótesis de conflicto como una “guerra asimétrica” contra los Estados Unidos, Hugo Chávez armó y entrenó a más de 25.000 milicianos irregulares en una suerte de escuadrón de la muerte llamado “Guardia Territorial”. 

Además, conformó los “Movimientos Bolivarianos Revolucionarios” que, con una impronta casi guerrillera, controlan los barrios al estilo de los “Comandos de Defensa de la Revolución” de Fidel Castro. 

Todo esto, sin contar la reserva militar de 500.000 civiles dispuestos a enfrentarse contra “el imperialismo” (conflicto armado que sólo estaba en las esquizofrénicas neuronas del dictador bolivariano) que anunció allá por 2005, o la militarización de niños en las llamadas “guerrillas comunicacionales”.

Semejante militarización irregular, división social y fanatismo político, hacen hoy de Venezuela uno de los países más inseguros del mundo, con una tasa de 73 homicidios por cada 100.000 habitantes.

Murió Hugo Chávez. 

Recordémoslo como verdaderamente fue: 

políticamente, un enemigo de la democracia que consiguió destruirla desde su interior; 

económicamente, un pésimo administrador con suerte que desperdició una posibilidad inédita de desarrollar a Venezuela; 

y socialmente, un militarista desquiciado que quiso pergeñar un Estado policíaco en permanente paranoia, y acabó fragmentando a toda una sociedad que ahora, sin el caudillo, armada y fanatizada, espera por tiempos más violentos aún.
Agustín Laje


LA VERDAD Y LA MORAL, ¿TENDRAN PATRIA?

El Estado argentino, durante el período constitucional y por razones de indelegable responsabilidad que no vienen al caso, contrajo deuda a través de la emisión de bonos. 

Estos fueron ofrecidos con la promesa de pagar un valor mayor a la hora de ser rescatados por el Gobierno. 

En 2001, en medio de un increíble clima de algarabía de la casi la totalidad diputados y senadores nacionales, en lugar de cumplir con lo pactado el Estado declaró unilateralmente la suspensión del pago (default) de las obligaciones contraídas.

Ya en el mandato presidencial de Néstor Kirchner, a través del canje de la deuda, el Gobierno impuso a los acreedores una quita al valor de los bonos del orden del 70%. 

Así las cosas, cerca del 90% de los afectados aceptó la mutilación de su capital; el resto, con el riesgo cierto de no cobrar nada, optó por seguir con su reclamo del ciento por ciento por vía judicial. 

Ello los llevó a la autoridad que fuera convenida, el Juzgado Federal de Nueva York.

El proceso judicial iniciado contra el Estado argentino llegó a su fin, en una primera instancia, con el fallo del juez Griesa. 

Este obliga al Estado argentino a pagar en forma perentoria el valor total de los bonos a los deudores que no entraron en el canje (hoy, “fondos buitre”).

La sentencia no conformó a la Argentina y, por ello, fue apelada a la Cámara de Apelaciones de Nueva York.

Cabe aquí un comentario sobre la principal estrategia que llevó adelante el Estado argentino ante el juez del caso. 

Esta se hace evidente en la advertencia que hiciera la primera mandataria argentina cuando, pública y categóricamente, señalara que en caso de no ser favorable la Argentina no acataría el fallo. 

Es decir, que desconocería la autoridad del juez y no pagaría un solo dólar a los acreedores.

En tales circunstancias, el juez convocó a las partes para que presentaran propuestas acerca de monto y forma de pago. Los acreedores exigieron el ciento por ciento, en forma inmediata. 

El Estado argentino, en una actitud suicida, ratificó su decisión de no pagar y desconocer el fallo. El juez resolvió hacer suya la propuesta de los acreedores (“Hacete amigo del juez y no le des de qué quejarse...”, decía el Viejo Vizcacha).

De quedar firme el fallo Griesa, según la misma Cristina, las consecuencias podrían ser desastrosas para el país ya que, además de entrar nuevamente en default, los que aceptaron el canje tendrían derecho a exigir el mismo trato que el dado a los “fondos buitre”.

Pero, ­oh sorpresa! Resulta que ahora Cristina se desdice y afirma que está dispuesta a pagar la misma suma que pagó a los deudores que entraron en el canje. 

“Tarde piaste”, porque la baladronada arrogante e irresponsable de vociferar “ni un dólar a los fondos buitre” podría costarle a los argentinos (según la misma Presidenta) 170 mil millones de dólares.

Mas aún, considerando lo que en potencia entraña semejante problema económico, el real quid de la cuestión no pasa por ahí sino por otro lado. 

 Fundamentalmente, por saber si, para los argentinos, el fallo del juez Griesa es justo o injusto. 

También, por exigir al Estado a que pague sus deudas como cualquier hijo de vecino o, en su defecto, consentir que disponga de inmunidad para estafar a quién le venga en gana (a propósito, “los fondos buitre” no estafaron a nadie). 

Sería trascendentalmente grave para la sociedad el creerse sus propias mentiras.

A menudo suele confundirse al Estado con la Patria. 

Luego, dar la razón a Griesa sería estar contra la Patria.

Ahora bien, la moral y la verdad, 

¿pueden ser contrarias a los intereses de la Patria? 

Sócrates, el gran ateniense, sostenía que más que el que sufría una injusticia se perjudicaba aquel que se envilecía infringiéndola. 

Un Estado que estafa no es la Patria, sino su negación.

Mauricio Ortin

miércoles, 6 de marzo de 2013


LA PENOSA INAGURACION DE LAS SECCIONES PARLAMENTARIAS


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Uno de los momentos políticos más importantes en el calendario político anual es, sin duda alguna, el discurso presidencial en la inauguración de un nuevo período de sesiones ordinarias en el Congreso Nacional.

Es importante y trascendente, ya que es la ocasión en que el titular del Poder Ejecutivo señala a grandes rasgos sus objetivos y metas para el presente año, y los lineamientos para el mediano y largo plazo y destaca los logros del período anterior. Es un mensaje dirigido a todos los habitantes del país. 

Por ello no tiene fines partidarios y adquiérelas características de un compromiso solemne de la futura acción presidencial.

Pero los casi cuatro horas del discurso, superó las tres horas y algo de su discurso del año anterior, no tuvieron ni un solo atisbo de solemnidad, seriedad e integración de destinatarios que el mensaje debería de tener. 

No tuvo un cariz institucional. Como ya es usual en la mandataria, lo que hizo, lo hizo mal.

Algunos medios dicen que cuando la presidente empezó a hablar por la cadena nacional 600.000 televidentes cambiaron de canal de TV. 

Es totalmente comprensible, hay muchísima gente que ya no soporta más su hostilidad, verborrea y soberbia. Como dice el filósofo Alejandro Rozitchner, la mandataria se hace detestar. 

Con su conducta logra (¿o busca?) exasperar a todos.

El discurso de la Sra. Fernández fue claramente un acto partidario, con toda la escenografía y parafernalia correspondiente, pero no precisamente la peronista, sino del engendro creado por su difunto esposo, la de los movimientos que viven de los subsidios, dispensas y favores del gobierno.

Un lector de un importante matutino dice “…que vio al Congreso convertido en una cancha de fútbol, con papelitos, cánticos partidarios, banderas políticas y de agrupaciones pro-K. 

No vi banderas argentinas ni dentro ni fuera del Congreso…” (ref.1)

Durante su discurso en oportunidades se la vio normal, en otras irónica, enojada, irascible, desencajada, llena de rencor y resentimiento. 

Gesticulaba como una comadrona en un conventillo del conurbano tratando de dirimir un conflicto con una vecina. 

En oportunidades utilizó un lenguaje y tono chabacano y ordinario, impropio de una persona educada y menos de un presidente.

A la salida del edificio del Congreso se la vio eufórica y sonriente, mezclándose imprudentemente entre sus aplaudidores y seguidores.

Su mensaje, también como siempre, mezcló diferentes temas y fue embrollado y confuso.

La presidente inició su maratón verborrágico luciendo un vestido con su característico color negro de luto, flanqueada por un sospechado de un gigantesco y escandaloso acto de corrupción, el vicepresidente Amado Boudou y por el presidente de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez. 

Entre los espectadores, en un lugar preferencial, se encontraba otra protegida de Cristina, Hebe de Bonafini, sospechada de otro increíble y escandaloso caso de corrupción.

El discurso se inició una frase más que polémica: 

reivindicó los diez años de la gestión de los Kirchner como “una década ganada”. 

Frase muy poco feliz y obviamente irritante para aquellos que no piensan como ella. Ya desde el comienzo pareciera que buscaba confrontar.

La mayoría de los argentinos, si nos ajustamos a los valores de la última elección no piensan de esa manera. 

“Contrario sensu”, en aquel entonces el 46% de los votantes seguramente pensaban que fue una “década perdida”.

Década lamentablemente perdida por haber vuelto a perder el tren de la Historia, al no aprovechar la situación económica mundial ampliamente favorable para la Argentina. 

El despilfarro demagógico y la escandalosa corrupción impidieron que los fondos que ingresaron al país, se volcasen al desarrollo de su infraestructura productiva y su modernización.

Hoy, con casi toda la seguridad, en vista a los tremendos disparates gubernamentales de la segunda gestión de la mandataria, ese porcentaje sobre la “década perdida” seguramente se elevará al 70 ó 75%.

Resumiendo, empezó su mensaje con una falacia.

Su mensaje abarcó cuatro ejes fundamentales:

Como ya es su costumbre empezó a enumerar los logros, algunos dudosos, de la épica kirchnerista. 

Esta enumeración, cientos de veces repetida en casi todos sus discursos, constituye la plataforma inicial buscando lograr una predisposición favorable en sus oyentes. 

Expresó equivocaciones conceptuales o exageraciones para el auditorio. 

Apeló como siempre a cifras y estadísticas de dudosa exactitud y de imposible seguimiento por la audiencia. 

Tal vez alguna de ellas sean ciertas, 

¿pero como creerle a una mentirosa consuetudinaria?

 El “auto bombo” insumió mucho tiempo y reveló una vez más el fantasioso país en que vive la presidente.

El segundo punto se refirió al controvertido y cuestionado pacto con Irán por el atentado en la AMIA. 

En realidad no dijo nada nuevo, ni siquiera explicitó nada sobre el “memorándum de entendimiento”. 

En realidad le deberá haber sido muy difícil explicar un tratado con uno de los países integrantes del “Eje del Mal”, haber afectado alegremente la soberanía del país, haberse enemistado con Israel, la totalidad del la comunidad judía y casi la totalidad de los argentinos del país. 

Roberto Cox, ex director del Buenos Aires Herald, en un duro artículo, expresó que Argentina se había situado “en el lado malo de la historia”.

El tercer punto fue una salvaje y desmedida arremetida con uno de los tres poderes de la Republica. 

Al Poder Judicial, que hasta no hace mucho tiempo atrás era presentado como un importante logro de la dinastía de los Kirchner. 

 Constituía un “importante objetivo” del régimen por haber formado una Suprema Corte independiente en reemplazo de Corte automática de la gestión de Menem. 

Si bien en esta arremetida hubo algunos puntos racionales, todo este furibundo ataque se atribuye a una venganza contra la CSJ y todo el Poder Judicial, por haber tenido algunos fallos adversos a la postura del oficialismo. La Corte pasó prácticamente a convertirse en el enemigo Nº 1 del Poder Ejecutivo.

Y como último punto, la postura del gobierno frente a las demandas de los mal llamados “fondos buitres”. 

Tanto la presidente como el vicepresidente Amado Boudou aseguraron inicialmente que la Argentina “no va a quebrar su propia ley”, en cuanto a la posibilidad de pagarle a los fondos buitre que tienen bonos que no ingresaron al canje. 

Obviamente eso lo manifestaron seguramente sin pensar como muchas de las decisiones gubernamentales. 

Producto de irresponsables impulsos viscerales. Lo cierto es que ahora que lo pensaron un poco más de tiempo, cambiaron su postura en 180º: 

el gobierno está dispuesto a negociar con los famosos “holdouts”.

No me explayo sobre los cuatros temas centrales, ya que fueron ampliamente tratados por los medios.

En su largo discurso prácticamente no fueron mencionados ni la Constitución Nacional, la República y el federalismo, tema que en general todos los presidentes buscan resaltar y reafirmar en sus gestiones.

Tampoco abordó ninguno de los graves problemas que preocupan a la ciudadanía. La ya casi incontrolable inflación, el atraso cambiario, la inseguridad, el ridículo cepo cambiario, el creciente desempleo y marginación, el deterioro de la educación, el “acuerdo de los precios” solo para nombrar alguno de los aspectos salientes.
En definitiva, la Sra. Fernández volvió a equivocarse: 

confundió a un solemne y tradicional acto institucional, con un discurso de barricada netamente partidario y proselitista dirigido no a todos los argentinos sino a sus seguidores y a sus “enemigos”.

Su mensaje constituyó básicamente en un autoelogio de su gestión, una clara amenaza a uno de los poderes de la República para que no se le marquen límites a sus decisiones, un inentendible pacto con el diablo y una prudente capitulación ante los “holdouts”.

lunes, 4 de marzo de 2013


¡Argentina Campeón!


“¡Vosotros, que talasteis nuestros bosques, robasteis nuestro ganado, derrumbasteis nuestras templos y quemasteis nuestras casas; vosotros, que matasteis a nuestros padres, violasteis a nuestras hijas y secuestrasteis a nuestros hijos: 

no abuséis, no abuséis!”.

El jueves, una vez más, después de la tensa audiencia que se realizó en la Corte de Nueva York, a la que concurrieron, en representación de nuestro país Guita-rrita Boudou y el Invisible Lorenzino, recuperamos el primer puesto en el campeonato del riesgo-país. 

Si somos una de las naciones menos endeudadas -estoy hablando de deuda externa, no interna- en relación a su PBI, todo el mérito de haber regresado a ese podio corresponde a la señora Presidente y su curioso y multifacético pseudo gabinete económico, en el cual cada uno tiene una postura dogmática diferente.

El viernes, en su maratónico y autorreferencial discurso, por cierto a veces muy confuso, doña Cristina mencionó que hasta Evo Morales conseguía dinero en el mundo, en realidad mucho más del que pedía, a una tasa (4,5%) anual y a un plazo (20 años) inimaginables en nuestro mercado doméstico; si Argentina pretendiera regresar, en estas condiciones, a los mercados internacionales, debería estar dispuesta a pagar algo parecido al 30%, o sea, tasa de país en default.

Olvidó la señora de Kirchner mencionar, cuando dijo que el Presidente boliviano había expropiado hasta el pasto, que siempre pagó a las empresas así adquiridas por su Estado Multinacional, mientras que aquí nos dedicamos, porque es más fácil y barato, simplemente a confiscarlas.

Después de castigarnos por casi tres horas con cifras dibujadas -las citó a valor nominal, negando que sufrimos una de las inflaciones más altas del mundo (¡otra vez campeones!)-, describiendo un país en el que sería maravilloso vivir, y que hastiaron a los teleespectadores, que optaron por cambiar de canal en su enorme mayoría, volvió a dar cátedra al resto del mundo -ese cuya crisis tiene, en América Latina, la enorme puntería de afectarnos sólo a los argentinos- olvidando que, tal cual dijo Martín Caparrós, el peor escenario europeo de hoy es infinitamente mejor al que se observa en muchísimas zonas del Conurbano.

Un párrafo aparte merecen sus referencias a los salarios de las fuerzas de seguridad -Gendarmería, Prefectura y Policía Federal- y a las inversiones en equipamiento destinado a las mismas. 

El Gobierno está muy preocupado por una protesta masiva que, de ser ciertos los rumores al respecto, se producirá el martes 5 e, inclusive, ha trascendido una carta del jefe de la segunda (PNA) a sus subordinados, recordándoles la vigencia de la obligación de obedecer a sus mandos.

A continuación, descerrajó sobre Lorenzetti, el Presidente de la Corte, que no sabía qué cara poner cuando lo enfocaban las cámaras, el peor ataque que recuerde sobre la Justicia. 

No voy a referirme, hoy al menos, a las características de las reformas -elección popular de los miembros del Consejo de la Magistratura, limitación de las medidas cautelares y creación de nuevas cámaras de Casación- cuya sanción doña Cristina pedirá al ex Hº Congreso; las páginas de los diarios del sábado y de hoy han comenzado a realizar análisis de los anuncios que, con seguridad, será completada por mis colegas.

Pero, a la luz de lo que sucedió en nuestro parlamento con el trata-miento (la oposición trata, y el Gobierno miente) del acuerdo con Irán, pocas esperanzas tengo acerca de un eventual rechazo en la casa de las leyes para las propuestas de Olivos -¿o debería decir del Chino Zannini?- pero, como siempre, me preocuparon mucho las primeras expresiones de los opositores luego del discurso presidencial.

Recordé, entonces, una antigua y breve nota de un querido amigo, a la que tituló “Darse cuenta” (http://tinyurl.com/b6hlncy ), que escribiera un año antes de morir y que debiera estar en la mesa de luz de todos los políticos no kirchneristas. 

Al utilizar el final de la República de Waimar para componer su metáfora, José Enrique Miguens esbozó, tal vez sin percibirlo, un futuro para la Argentina perfectamente comparable con la Alemania de Hitler; compruébelo usted mismo pinchando el link.

Si ha tenido la enorme paciencia de leer estas reflexiones semanales, verá con claridad que mis pronósticos acerca del panorama terrible que ofrece hoy un cristinismo dispuesto, confesadamente, a pelear hasta las últimas consecuencias para retener el poder, no hacen más que confirmarse. 

La “democratización” de la Justicia, como se llama el nuevo caballito de batalla del Gobierno, no es otra cosa que un intento de colonizar al último poder del Estado que le queda. 

Presumo que, después de leer la nota de Miguens, los opositores aprenderán a tratar con la Casa Rosada y, sobre todo, a no dejarse engañar más por los cantos de sirenas y los pomposos y atractivos títulos que ésta da a cada uno de sus disparates.

Al respecto, recuerdo lo que expresé cuando quienes dicen no compartir las políticas oficiales votaron, casi por unanimidad, el ascenso de Gils Carbó a la Procuración General de la Nación; puede ser que, ahora, hayan descubierto que al primer apellido de la funcionaria le faltaba una “e”.

Ayer, con sus renovadas críticas a Lancha Scioli y a Massa, doña Cristina agredió a las únicas figuras que podrían llevar al triunfo su boleta electoral en la Provincia de Buenos Aires. 

Como sé que no confía en la popularidad de Alicia Kirchner, por mucha portación de apellido que ésta ostente, sólo me cabe concluir en que la señora Presidente -como yo mismo- no cree en un final democrático para su período imperial; 

¿en qué variante del incendio de Roma estará pensando la mesa minúscula de Olivos? 

De todas maneras, parece haber algunos personajes del entorno que no estarían de acuerdo con que esa apocalíptica salida sería una solución paras sus futuros problemas y, preocupados por su libertad y su reciente fortuna, están pidiendo ser designados embajadores.

El 21 de marzo, la ciudadanía se ha autoconvocado a repetir, incrementándola, la masiva manifestación del 8 de noviembre, en los mismos lugares y con idénticos horarios. Me parece bien. 

Creo que hay que enviar un muy fuerte mensaje al Gobierno: 

¡Hasta aquí llegaron, y de aquí no pasarán!